La puerta se abre al jardín con los olivos, el magnolio y el agua, envueltos en un ambiente de quietud temporal que llegó a conquistar el corazón de 
Alma Mahler hasta el punto de elegir esa casa, ese verdor y ese canal como su morada.
                                        Los actuales propietarios han puesto el mismo cariño para transformar la casa en un pequeño 
hotel con encanto. Un lugar mágico y secreto en el corazón de la ciudad que brinda a los huéspedes la sensación más agradable y extraña que puedan 
experimentar en Venecia: la de sentirse como en casa.
                                        El desayuno se sirve en el acogedor salón de la planta baja, salvo en verano, que se sirve en el jardín.
                                        El personal es amable y servicial, dispuesto a prestar ayuda en cualquier circunstancia, desde reservar en un restaurante o adquirir entradas para un concierto o evento hasta dar consejos prácticos para disfrutar al máximo de la 
ciudad de Venecia.